lunes, 27 de agosto de 2007

LAS COSAS CLARAS

Yo no he buscado la desautorización política de Josu Jon Imaz ni pensaba en él cuando me manifesté públicamente sobre lo que, bajo mi punto de vista, debía ser la traslación al nacionalismo democrático del debate en un partido. Si de esa reflexión sobre el reto del nacionalismo vasco en el siglo XXI alguien entendió que me inmiscuía en el debate de un partido que no es el mío lo lamento, porque en momento alguno fue esa mi intención. Mis manifestaciones fueron contestadas por destacados dirigentes del PNV con descalificaciones a las que evité contestar para no engordar una polémica que pudiese beneficiar a terceros. Creí que las posiciones habían quedado claras. Pero no ha sido así. Josu Jon Imaz ha elegido el campo del debate público para lanzar una directa andanada en mi contra. El presidente del PNV ha hecho uso de su libertad y nada hay que objetar por ello. Sin embargo, me pregunto por la razón de su interés en elegirme como centro de su desahogo -nunca le he visto tan crítico con nadie, ni siquiera contra los que insultan a diario al PNV- y llego a la conclusión de que he sido elegido como el chivo expiatorio y excusa para abordar cuestiones a debate en el seno de su partido.

Y no puedo aceptar que Josu Jon pretenda sostener sus reflexiones en una premisa falsa: la de asegurar que he demonizado el pragmatismo y la transversalidad. Simplemente no es cierto. Creo que mi dilatada trayectoria política avala que he encarado siempre con realismo todos los proyectos y todos los problemas. En todas mis responsabilidades, partidarias e institucionales, he intentado practicar un sano ejercicio de búsqueda de pactos y de acuerdos consciente de que, en muchas ocasiones, la política se convierte en el arte de lo posible.

Por eso, y como bien dice el presidente del PNV, no tuve la más mínima duda en respaldar el Estatuto de Gernika. Pero no ha buscado un buen ejemplo para intentar sacarme los colores. Recuerdo perfectamente el trabajo de la Asamblea de Parlamentarios Vascos para hacer posible un acuerdo amplio. Se logró con esfuerzo y entusiasmo. El mismo esfuerzo y prácticamente idéntico entusiasmo a los empleados por Carlos Garaikoetxea como presidente del Consejo General Vasco y Adolfo Súarez, en calidad de presidente del Gobierno español, para hacer entonces posible aquel pacto.

Ambos tuvieron voluntad de lograr el acuerdo y pusieron su empeño en ello. Lo que he criticado y critico es que mientras el lehendakari Ibarretxe, el Gobierno y el Parlamento vascos han defendido la necesidad de renovar ese pacto, los interlocutores en Madrid se han negado siquiera a intentar buscarlo. Por tanto, que nadie se equivoque. No abomino de la transversalidad, porque creo en una necesaria convivencia. Lo que deploro y denuncio es que los gobiernos de turno en el Estado no tienen ni la más mínima voluntad de llegar a un acuerdo. Han confundido el entendimiento con el obligado trágala a sus adversarios. Y eso no puede ser.

No puede ser que la apuesta por la transversalidad se exija sólo a unos y siempre a los mismos, a los nacionalistas vascos. No puede ser que se pretenda que el nacionalismo democrático sea quien ceda de forma permanente ante las exigencias del nacionalismo español. Lo transversal se transforma en una ficción cuando lo que en realidad supone es dar capacidad de veto a los partidos de ámbito estatal.

Jamás he identificado pacto con entreguismo. Son otros, fundamentalmente los partidos de ámbito estatal, los que entienden que el pragmatismo debe ser una especie de entreguismo al que yo me niego. Y no se trata de subir el listón sino de ser coherentes. Mi partido, Eusko Alkartasuna, ha definido con claridad cuales son sus objetivos y quienes militamos en él tratamos de ser leales al proyecto que hemos presentado a la sociedad. Entiendo perfectamente que el presidente del PNV no participe de las convicciones de EA, pero estimo cuando menos pretencioso que a los seguidores de EA se nos exija participar de la misma posición que defiende Josu Jon Imaz. Según lo visto, opinar de forma distinta a algunos de los dirigentes del PNV puede conllevar que se nos tache de exaltados o contradictorios.

Me resulta también curioso que se exhiba como ejemplo paradigmático de pragmatismo la estrategia de Nafarroa Bai y se pretenda contraponerlo a las posiciones de EA. Quizá convenga recordar que mi partido, por cierto segunda fuerza en importancia de la coalición, ha estado en primera línea de esa vocación de pacto que ha mantenido NaBai con el PSN y ante la que el PSOE se ha cerrado en banda. Sería deseable que quien tiene tan claro qué es el pragmatismo y la transversalidad, hasta el punto de situarme a mí en la antítesis de ambos conceptos, aclare si el señor Rodríguez Zapatero y la ejecutiva federal del PSOE han hecho en Navarra un sano ejercicio de pragmatismo para asegurarse una posición en las elecciones generales. También podría reflexionar sobre a dónde nos lleva ese pragmatismo.

Pero Josu Jon Imaz debe estar tranquilo. No aprovecharé esta exposición para realizarle examen alguno ni para marcar las preguntas que él debe responderse. Simplemente le recordaré que mi partido y yo mismo hemos planteado la necesidad de la confrontación demo- crática -por cierto, en ningún momento he hablado de desobediencia-, como legítima opción ante la negativa del Estado a buscar de manera conjunta una solución al conflicto político que vivimos. Esa negativa se hace patente desde hace años. No han sido los vascos quienes han faltado al compromiso que fue el Estatuto de Gernika. No han sido los vascos quienes lo han incumplido y quienes lo han saboteado. Esa es una realidad tangible, como lo es que un proyecto político como la propuesta de nuevo Estatuto, respaldado por la mayoría del Parlamento vasco, fue despachado sin debate alguno por el acuerdo PP-PSOE en el Congreso. Este es el ejemplo más claro de la confrontación política que ha existido y existe. La del Estado despreciando la voluntad mayoritaria de la sociedad vasca expresada en su Parlamento.

El Gobierno vasco, los partidos que lo integramos ahora y quienes antes lo han conformado, llevamos años gestionando una situación delicada y comprometida. También Josu Jon, en su etapa como miembro del Ejecutivo. En muchas ocasiones gestionando la frustración que generan los desprecios del Estado. Pese a ello hemos buscado, y lo seguiremos haciendo, acuerdos que refuercen el autogobierno y nos permitan avanzar como país y como pueblo. Sin ir más lejos, el último programa de Gobierno recoge una serie de compromisos para, entre otras cosas, apuntalar los derechos que nos asisten como pueblo. No tengo duda de que el lehendakari Ibarretxe quiere que los llevemos adelante y está firmemente decidido a cumplirlos.

Soy de los convencidos de la necesidad de no defraudar a quienes han confiado en la propuesta realizada, teniendo en cuenta las condiciones en las que esos compromisos deben realizarse. Además, considero que afrontar los retos que tenemos pendientes servirá para fortalecernos como sociedad. Y creo también que el respeto mutuo entre fuerzas políticas diferentes es una pieza clave para asentar el pluralismo. Por eso me ha inquietado leer en el artículo que Imaz me dirige, en su calidad de dirigente de un partido tan sólido y necesario como el PNV, un intento de sembrar cizaña en EA. Presenta a unos dirigentes como razonables y a otros como radicales. Algo así como los buenos y los malos. Él sabe que en su partido y en el mío existe una rica pluralidad de posiciones que no deben utilizarse del modo en que él lo ha hecho. Conozco bien a Josu Jon y por ello me ha extrañado esa frase forzada en su artículo. No es su estilo y creo que no nos lleva a ninguna parte buena. Entiendo que más interesante y útil para el país que ambos amamos sería profundizar en la confianza y el trabajo conjunto, desde lo que son proyectos políticos diferentes.

Participo plenamente de la idea defendida por el lehendakari respecto al papel determinante que el eje PNV-EA desempeña en la política vasca. Tenemos por delante una gran tarea a desarrollar y como ejemplo me remito a los recientes acuerdos en Gipuzkoa y Araba. Me da la impresión de que artículos como el firmado por el presidente del PNV caminan en la dirección contraria, pero no seguiré alimentando una polémica que en ningún momento he propiciado. Sólo dejo las cosas claras.

Comparto con el señor Imaz el convencimiento de que el nacionalismo institucional debe ser el motor de nuestro país. Y a esa idea me acojo para continuar mirando hacia delante, porque es prioritario que podamos afrontar el logro de los objetivos pendientes. Incendiar disputas no es el afán que debe centrar hoy al nacionalismo democrático vasco. Esa es una estrategia equivocada de la que no voy a participar, aunque no renunciaré a defender mis ideas respecto al camino que en estos momentos y con la experiencia acumulada, debe recorrer el nacionalismo democrático vasco. Un camino que no pretende crear frentes ni reinstaurar una política de bloques, pero en el que tampoco podemos trasladar a la sociedad que aquí no pasa nada y que la relación con el Estado es perfecta. Un camino en el que la paz, la convivencia y el autogobierno son objetivos claves y por los que deberemos luchar sin ningún tipo de complejos.

Yo tengo esperanza en que nos podremos encontrar. Las reflexiones que se están produciendo en el seno del PNV y de EA nos llevarán a todos a clarificar posiciones y, sin duda, desde la defensa de nuestros respectivos postulados, no será difícil encontrar lugares de trabajo conjunto. Hasta el momento eso ha sido posible. Ese es mi empeño y espero que sea compartido.


JOSEBA AZKARRAGA RODERO

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